martes, 5 de febrero de 2013

Juego de camas. [1]




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No, no soy eso que hay entre la espada o la pared.
Soy la espada, o soy la pared.
Pero tú serás quien este entre medio, en ese dilema.
Seré lo que te sujete, o seré lo que te mate.
Tenlo presente, yo no soy dilema, yo soy yo.
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Guardo esa pequeña nota entre las hojas de un libro. Suspiro y en parte muero de alivio y a la vez de angustia. La tapa de cuero antiguo me mira, con sus letras doradas clamando el título.
Es tarde y no me apetece seguir leyendo sobre amores imposibles y juego de camas.

Ocho horas de sueño, suena el despertador y lo vuelvo a apagar. Suspiro y me doy la vuelta en la inmensidad de la cama, una cama vacía. El techo, blanco, está apagado ligeramente e iluminado a trozos por la luz de la mañana.  Si cierro los ojos puedo escuchar  a los pájaros de los arboles vecinos, como los primeros coches  pasan por la calle, y las prisas de las personas junto las risas de los niños al colegio. No niego que me agrada remolonear en la cama, es un vicio insano o sano, mírese por donde se quiera.  Tras unos minutos me pongo en pie y cojo la bata del respaldo de la butaca de color crema que asienta apenas a unos metros de la cama. Me hago un lazo en la cintura y me calzo las zapatillas aplumadas que son tan cómodas.
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Las doce de la noche, tras bajar las escaleras cual cenicienta perturbada, entro en el Cadillac que me espera a pie de calle con una puerta abierta. El hombre de mi lado sostiene un paraguas negro con el que la fina llovizna se desliza sin mojar apenas ápice de tela. Tras adentrarme en el automóvil y cerrar la puerta noto como la calefacción me abraza y me pide que me quite el abrigo de pieles. Media hora más tarde me encuentro frente a una gran casa, una fuente que hace las veces de rotonda para los coches a más de un leve jardín cuidado y verde, aunque el verde me lo imagino, las luces blanquinosas emancipan el color con un tizne blanco nieve.  Se vuelve a repetir, salgo del coche y ahí está el conductor, paragua en mano dispuesto a acompañarme hacia la puerta de fina madera blanca con cristalera transparente.

La puerta está abierta y me lo hace saber el conductor cuando lleva la mano al pomo y lo gira abriéndola sin ninguna de dificultad. Le dedico una simple y breve sonrisa y asiento para empujar con una mano la puerta y poder entrar dejando atrás a dicha persona que se ocupa de cerrar la puerta mientras unas espesas cortinas blancas caen por las cristaleras de la entrada oscureciendo parcialmente la entrada  de la casona. Sonrío, y miro al frente, pies juntos, estática, con un pequeño bolso sostenido por una de mis manos. No se hace de esperar, aquella presencia que he sentido me recorre la espalda, amolda las manos en mi cintura y avanza poderoso a mi vientre, me aferra y tira de mí, pegándome a su torso imponente y amplio. Hunde su nariz en mi cuello e inspira. Yo cierro los ojos y sonrío aún más mientras la mano libre y desposada, cabe decir si no, sobre una de las suyas que andan por encima de mí vestido mientras disfruto de ese instante.


-Como te he echado de menos…- murmura contra la piel de  mi cuello, alterando a la sangre de mis venas que corre ahora más deprisa.

-Y yo a ti, Alexander…- Murmuro en un arrullo similar al de él.


Puedo notarle sonreír, lo intuyo y siento como sus labios se estiran en esa línea ascendente en su rostro. Gruñe, para mí dulcemente y me ciñe mucho más a su cuerpo. Reprimo un jadeo, pueril y elegante, y con un puño en el corazón, retiro las manos que él ha posado en mi cintura dando apenas un par de pasos para que el bufe, ansioso.  Doy varios pasos más, acercándome a una mesita redonda de caoba oscura y más aún por la falta de luz. Dejo lo que llevo en la mano delicadamente, tras lo que retiro mi extremidad y la llevo a mi bajo pecho, desabrochando el botón que mantiene el abrigo cerrado. Sé que no hace falta pedírselo, sus manos ya agarran con destreza el abrigo y lo hace caer por mis brazos, dejándolo sobre la mesa de mala manera.  “Nunca aprenderá” me reprocho a mí misma y a él mentalmente. Sus manos vuelves a encarcelarme contra él, esa vez advierten al subir un poco más hasta las costillas de donde prefiere ir.


Con una pequeña risa me zafo de su amarre, disgustándole al notar un chasqueo de lengua. Ladeo hacia atrás brevemente el rostro para mirarle y le muestro una sonrisa divertida, comprende al parecer que no me niego, y que solo me hago de rogar.  Rodeo la mesa acariciando con las yemas de los dedos la superficie, bordeo y me coloco en paralelo a ese hombre que, ahora que le veo,   hace desbordar todo el erotismo que mujer posee con tal de que sus ojos azulados te miren una milésima de segundo.

Da los primeros pasos en el juego y yo le sigo, avanzando otros dos, se queda quieto, nos miramos y no puedo evitar sonreír. Damos unos pasos más, dando así una vuelta a la mesa, y cuando el da un rápido paso con tal de agarrarme de la muñeca yo doy un paso hacia un lado, desviándome a un pasillo escuchándole como retoma sus pasos tras de mí, esa vez el paso es normal, como si fuéramos a alguna parte de la casa en concreto, y no sé si es así realmente.  Miro hacia atrás unas cuantas veces hasta que no le veo, ha desaparecido.

 Detengo el paso bruscamente y me doy la vuelta, no, no está. Como el agua, se ha evaporado. Me giro para mirar al frente y sus manos ya están en mis caderas,  no es de extrañar que yo en ese momento soltara una pequeña exclamación de sorpresa, pero es rápido y me alza del suelo mientras instintivamente rodeo su nuca con mis brazos, dejándole que vaya a por mis labios y los devore. Pega enseguida su cuerpo al mío y da un pequeño paso para acorralarme contra la pared y un cuadro que noto a mi espalda clavarse ligeramente, pero más noto sus yemas clavarse en mis nalgas con una ansiedad ya de serie en él. Me ahoga con un beso y baja a mi garganta para aprisionar mi garganta con su boca.

Si algo se, es que en ese momento no corremos peligro y que podemos dejarnos llevar.




Las dos primeras paginas de  unas cuantas mas que ya están escritas...
Espero ser capaz de darle corriente  por escrito, porque en mi cabeza ya es una película hecha.

2 comentarios:

  1. Si en tu cabeza ya está medio montada, no te costará nada escribirla. Por lo pronto, el primer capítulo ya engancha. Escrito con mucha sutileza y elegancia.

    Yo hasta que no termine los exámenes no me aventuraré con mi nueva historia. Tengo esa maldición, el tiempo que me falta en los días y las ganas que no puedo exprimir =.=

    Bueno nena, que está genial para ser el primero, ya lo sabes ;) Tqq

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  2. Todo los detalles han hecho que me lo imagine todo con tanta perfección y es tan fascinante.

    toda esa elegancia y erotismo que inspira es digno de cualquier cosa

    Un beso

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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"