miércoles, 13 de febrero de 2013

Juego de camas. [2]


Despierto al día siguiente con una calma precedente quizás de alguna tormenta de película, pero consigo removerme aun estando enrollada en las blancas sabanas de lino de esa cama caliente y ciño a mi rostro la almohada de su cama. Suspiro y escucho una campanilla del servicio mientras dos puertas se abren y dejan pasar a una mujer de traje negro y delantal blanco sostenido en la cintura. No me mira, mira el suelo, deja una bandeja en una mesa y se retira con un pequeño asentimiento. Alexander  tiene a raya a sus trabajadores, y casi consigo sentir pena, casi. Salgo de la cama derrochando desnudez y cojo una bata se color marfil apoyada en el brazo de la butaca que acompaña a la mesa anterior, tras ponérmela me siento y miro de desayunar con lo que me han traído. El café está a su temperatura idónea, por lo que apenas me doy cuenta de que me lo termino  cuando veo como la tetera de porcelana blanca se eleva inclinándose hacia mi taza, vertiendo café en la elegante tacita.


-Buenos días- Deja la taza sobre la mesa y se acerca a una cómoda con solo la toalla enrollada a la cintura.

-Buenos días- Devuelvo las palabras con gracilidad, sin dejar que me afecte demasiado la imagen de aquella mañana. Sonrío y lo miro quitarse la toalla y empezar a vestirse- ¿Dónde está?

Tenemos confianza, así que sé que puedo preguntarle ciertas cosas, al igual que estar en ese momento allí desayunando.

-De viaje, Milán la reciben con los brazos abiertos- Se ha puesto  ya los pantalones, los zapatos y la camisa que ahora mientras se acerca a otro mueble se va abrochando-Me extraña saber que sigues por aquí, y no en Milán- Me mira un segundo y termina por ponerse el ultimo gemelo en su camisa para pasar por ultimo una mano por su negro cabello aun húmedo de la ducha.

-Milán viene a mí- En ese momento él soltó una pequeña risa, de las pocas que suele soltar, yo me contagio de ello y sonrío evaluando los titulares de un periódico que tengo en la otra mano.

-Siempre tan arrogante-Apuntilla mientras cerraba los cajones de la cómoda y dejaba la toalla sobre una silla de mala forma, se acerca y toma una segunda taza de la bandeja que se sirve él mismo.

-Aprendí del ser más arrogante...- Sacudo con delicadeza el periódico para que la hoja se quede correctamente enderezada y bebo café, tras tragar noto una mano en mi nuca que tira de mi cabello obligándome a jadear y me encuentro con sus ojos mirándome fijamente.

Se ha quedado todo en silencio, y por un segundo tiemblo, siendo calmada por un furtivo beso en los labios. Me suelta y deja la taza.

-Me marcho, estás en tu casa.-Agarra una americana del armario y se la pone mientras me mira.

Me ha dejado descolocada como solo él sabe hacer.

-Claro- Intento reaccionar apenas unos segundos antes de escuchar de nuevo la puerta  al él irse.

Bufo y me coloco un mechón tras la oreja retomando el desayuno tranquilamente.
Son cerca de las doce de la mañana cuando salgo de su casa, vestida de nuevo, peinada y retocada. El chofer me abre la puerta del coche y entro elegantemente, no ha llovido en toda la noche y eso ha hecho que el día vuelva a la normalidad después de aquel anochecer lluvioso.

Nunca he sido una mujer normal, lo he sabido desde que bese al primer chico en la universidad. El instituto fue una etapa de mi vida que mejor no recordar.  Si somos catalogadas como el sexo débil de la sociedad, conmigo se debería hacer una excepción, estoy enganchada a la aristocracia, a la alta estirpe, a ese tipo de vida que todo el mundo desearía llevar pero que pocos la consiguen a base de destrozar sueños.  Yo no rompo sueños, no relacionados con el trabajo o el éxito personal en este. Soy más de romper sueños carnales.

Una hora y media, tranquila en el asiento trasero de aquel cómodo coche observo por la ventana el día que hace, día nublado, aunque con sol cuando se deja ver. Gente paseando, unos hablando, otros de la mano. Gente comprando tan simplemente que llego a sentir una punzada de envidia. Nos detenemos un segundo y dejamos pasar a una anciana con un carro violeta, de camisón color camel, da las gracias elevando una mano arrugada mientras vuelve la cara hacia la acera. Arrancamos y volvemos a estar en marcha.


Greg, mi chofer, estaciono el coche frente al restaurante Maison Blanche de París, abrió la puerta y salí con la ayuda de su mano.



-Espero que tenga una agradable compañía- Bajo la cabeza y la mirada a mis pies.

Llevaba ya años a mi servicio, siempre tan educado y atento, era un buen hombre, sin duda.

-Gracias Greg, estaré un par de horas…- Mire hacia la entrada, iluminada con una luz amarillenta y unas cortinas espesas que ocultaban un poco más de lo que podía ver desde allí. Mire a Greg- Hasta entonces.

Mis zapatos sonaron en la loza de piedra de las escaleras, mientras a mi espalda la puerta se cerraba y se abría otra escuchando como Greg se iba con el coche. Salude al messier de la entrada, dando mi abrigo pero no mi bolsito de mano y di el nombre de quien me esperaba. Conducida por las mesas, atrapando alguna que otra fugaz mirada llegue a la mesa cuadrada, con el mantel blanco de algodón, con servilletas de tela y cubiertos de plata dos mujeres se levantaron. Yo les dedique una pequeña sonrisa.

-Jolene, Kendra…- Dije sus nombres mientras me acercaba primero a Jolene, una mujer de mediana estatura, pálida, pelirroja natural, de ojos almendra y labios carnosos. Sus espesas pestañas parpadearon tras darnos dos besos.

Kendra, la segunda, es una mujer de natividad parisina, morena, tez de color beige claro, una peca sobre una ceja y en un pómulo, además de unos ojos verdes esmeralda muy llamativos fue la siguiente en darme dos besos.

-Nos alegramos de verte, Elise- Habla Kendra, con una voz almendrada capaz  de hacer tragar de golpe el licor más abrasivo que hombre pueda beber.


3 comentarios:

  1. Que te dejen con esa incertidumbre como no has dejado tu... que dejen a uno con ese deseo como lo hizo Alexander es tan emocionante de leer.

    Por favor no pares con esta historia que esta tan interesante, emocionante y pica tanto en la curiosidad eso sin mencionar esa manera que tienes de narrarla

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  2. Pues me intriga a mí saber a qué se dedica nuestra señorita Elise para ser tan acomodada por la vida.
    Me he emocionado cuando he leído París jaja Es una cosa tonta, pero chica, ya sabes que me encanta.

    Un beso, cielo :)

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  3. Me tocó fuerte el estilo cinematográfico de tu história.
    Desde el primer párrafo hasta la llegada a la mesa, la história sigue como se fuera una escena de película.
    Muy linda... y espero que tenga una continuación...
    Que trataran ellas en la mesa...quien elejió el viño...
    Ese amigo brasileño adora venír acá.
    Besos Madame e a Kendra... me gustaría que ella fuera real para ver la belleza de sus ojos!

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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"