jueves, 19 de agosto de 2010
Modales.
Tras tres días de cama, y sin ni siquiera alimentarme, conseguí poco a poco hacer desaparecer la herida de mi cuerpo. Giselle me traía alguna muchacha joven dormida con cloroformo, pero me era inútil, ya que la herida parecía volver a abrirse y quemar con cada trago que conseguía dar.
Al cuarto día me sentía cansada, aunque había desaparecido completamente herida o molestia alguna decidí quedarme en la cama. La ventana estaba ligeramente abierta y dejaba pasar una pequeña brisa, bridándome la ocasión de cerrar los ojos e intentar centrarme en algo que no fuera mi sed.
Algo toco mi cuello e hizo que mis nervios sobrepasaran mis límites. En aquel corto segundo, tenía a la persona bajo mi cuerpo, a punto de abrir su garganta sin contemplaciones.
-¿Hasta tal punto habéis llegado, que habéis perdido el respeto hacia la sangre de los vuestros?-La voz de Erdély resonó en mi cabeza como una campanada.
Roce su piel con los labios.
-No me tentéis a probar vuestra sangre.- mis manos seguían clavadas en sus hombros y mis ojos no podían abrirse.
-Os la ofrezco si deseáis, a cambio de vos.-Sus manos se colocaron en mi cintura.
Aquella oferta era estúpida, salía ganando por partida doble, aun así dudé.
-No se cuales son vuestros pensamientos retorcidos, pues me acabáis de poner en duda.-Note como mi cuerpo temblaba de deseo.
Erdély empapo mi labio superior con su sangre, y al instante mis ojos se abrieron profiriendo un rechazo inmediato. Me separe de él y limpie mi boca.
-¿Qué os pasa?-Estaba tras de mí con una mano sobre mi hombro.
-No volváis a ponerme en evidencia ante la tentación de sobrepasar mis respetos hacia nuestra especie-retire su mano con un golpe brusco.
-Mi señora-Erdély me hizo dar la vuelta hasta verle.
-No, hablaremos cuando este apaciguada.
Estuvo apunto de besarme cuando la puerta sonó y apareció mi nueva doncella.
-Señora, tiene visita.-agacho la cabeza sin mirar.
-Enseguida salgo Samantha, gracias.
La puerta se cerro, y mi compañero se despidió con un beso en mi mano. Rápidamente me vestí lo más sencilla que podía, y recogí mi pelo con un moño. Salí despacio, notaba mi cuerpo resentirse al no tener fuerzas para bajar las escaleras.
-Dejadme que os ayude.
Un hombre con traje subió rápidamente donde me encontraba ofreciéndose a bajarme. Una vez abajo, se presento con una reverencia.
-Soy Rubén, os ayeé mal herida en la fuente del laberinto junto con vuestra fallecida hermana.- Brindo una rápida reverencia y me miro.
-Oh-Intente sonreís lo mejor que pude-Salgamos al jardín, podremos hablar tranquilamente.
Una vez fuera, caminamos por el amplio jardín mientras Rubén explicaba lo que ya sabía, y el estado en el que encontraron el cuerpo de Anna simule llorar de tristeza al recordar el momento haciendo que Rubén me obligara a sentarme en un banco de mármol.
-Siento recordaros tan duros momentos.-Me tendió un pañuelo de seda.
-No os preocupéis-Seque mis lagrimas de “plástico”.
-Aun no me habéis mencionado vuestro nombre, en la fiesta no dio tiempo a presentaros a vos y a vuestro esposo.-Desabrocho un botón de su chaqueta y se sentó a mi lado.
-Elizabeth, ahora dejadme preguntarle, ¿Cómo es que aún perdura en vuestro ser, los modales de un buen caballero?
Rubén sonrió.
-¿Y en vos, Elizabeth?
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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"

Lo que yo diga, siempre me dejas en vilo xD
ResponderEliminarMe está intrigando bastante jaja
tQQQQQ