No me mires así.
No me mires como si hubiera atropellado una sarihuella en
una carretera desierta, donde la única señal es la de ruta 66.
En un motel, tu y yo no somos quien para juzgar al otro. Pero
algo sabemos, y es que nuestros cuerpos son capaces de recibir placer por el
que cada uno tiene enfrente.
Las luces centellean, parpadean frenéticamente, y aunque yo
te mire con una simple caída de parpados, siento que pierdo demasiado cada vez
que mis ojos se cierran y se vuelven a abrir, bebiéndome tu presencia, tu
esencia, mientras mi piel te grita aullando que pases tu humeda y caliente
lengua por cada centímetro de mí.
No es fácil.
Me has juzgado, y no he matado.
Solo he alzado
mi pulgar en un lateral de esa carretera, solo me he montado en tu Cadillac y
he dejado entrever mi liga.
No me mires así, aunque no sienta ya pudor. No me respires
porque me asfixio.
Solo tócame, atraviésame y déjame clavada en la cruz del
placer por una noche.
X.
Un encuentro fortuito y esporádico, con demasiadas promesas entre líneas. Es más placentero la morbosidad entre desconocidos que las ganas de practicarlo.
ResponderEliminarMe ha encantado, ya lo sabes ;)
Un beso, cielo.