Él.

De pie, con el móvil en la mano, lucia la chaqueta de cuero que tanto me agradaba. Alzo la mirada a mis ojos y seco la última lagrima que derramaría en la vida.
El cielo se había tornado de un color grisáceo, por lo que deduje que estaría apunto de llover. Cogiéndole de la mano le invite a entrar, una vez cerré la puerta se acerco a mi agarrándome de la cintura y pegándome todo lo que pudo a él para morderme el ovulo de la oreja. Bajo a mi cuello tras recorrer un camino de besos por mi mandíbula.
Pare aquel momento con desgana, pero podían vernos por cualquier ventana del primer piso. Cogí su camiseta gris de un extremo y hice que me siguiera hacia el dormitorio principal, antes de que llegáramos él tiro de mí hacia otro cuarto. Me dio tiempo a visualizar la mesa llena de papeles por lo que supe que habíamos entrado en el despacho de aquel cabrón.
Sus manos subieron la falda de tubo que llevaba pudiendo así recorrer mis muslos para subirme encima de su cintura.
Mis labios hicieron ventosa en su cuello dejando una pequeña marca rojiza, lo que mas llanamente se conocía como chapetón.
Conmigo encima, se sentó en el sofá de cuero blanco. Empezó a desabrochar los botones de mi camisa blanca y besando la piel que dejaba al descubierto.
Entre tanto le quite la camisa y desabroche la hebilla de su cinturón, me ruborice al notar como pasaba su dedo por el bordado de mi sujetador hasta llegar a el broche de mi espalda.
De repente quede estática, había escuchado un portazo, aquello solo podia significar una cosa.
Había vuelto.