sábado, 21 de mayo de 2011

11.




Si mal no recuerdo, percibí el olor del fuego más intensamente que otras veces. Me quede con ese recuerdo, ya que llevada casi cuatro días sin moverme, sin que nadie viniera. Un pequeño descanso para una parte de mi cerebro. Aunque seguía sin desempeñar sus funciones vitales de siempre. Los gemidos habían cambiado por gritos, y la sensación de un ambiente cargado se había transformado en algo que era incapaz de conseguir descifrar.  Hubo una voz que me llamo ligeramente la atención. Atención que perdí cuando note dos ojos rojos clavados en mí.

-Aquí esta-abrieron la puerta-Mucho está durando…

Conseguí ver dos siluetas, una en la puerta, y otra que se acercaba con rapidez. Escuche que alguien susurraba algo, pero a tanto ya no llegaba mis oídos. Dos manos fuertes y grandes me tocaron y me intentaron coger por la espalda. Pero al levantarme se me corto la respiración.  Los cortes proporcionados por todo mi cuerpo se tibaron, haciendo que los que se encontraban en la parte respiratoria de mi cuerpo y en la zona vertebral se abrieran ligeramente al movimiento de la piel. Supe que ese alguien noto como me dolía, estuve a punto de caerme de sus manos. Bueno, un golpe de suerte y todo acabaría.

Pero volvieron a agarrarme con fuerza llevándome contra el pecho de esa persona. No es que me diera calor, ni mucho menos, pero sí que algo de seguridad efímera.

El humo se intensifico haciéndome empeorar unos minutos. De pronto el aire fresco me acaricio el cuerpo y el rostro por entero. No pude respirarlo como me hubiera gustado, ni siquiera saber donde me encontraba.  Solo sé que no me separe de esos brazos durante mucho rato.

Cuando lo hice, no sé cuando la verdad, fue mientras descansaba. No me movía, había aprendido a no moverme para que no me doliese nada. Me desperté y me volví a dormir tantas veces que perdí la cuenta si alguna vez la lleve. Cada vez que despertaba, tenía algo nuevo, quizás unos tubos, o agujas, o vendas o… Daba igual lo que llevara encima. No me movía  más que cuando tocaban mi cuerpo para ponerme algo.  Una de las veces que desperté, abrí los ojos torpemente  intentando enfocar la silueta que llevaba persiguiéndome desde hace tiempo.

-¿Mayra?-Me llamo una voz.

Parpadee varias veces seguidas y opte por cerrarlos nuevamente. Me estaba costando la vida ver.

-Déjala, creo que no saldrá…-Una voz femenina me colapso de repente.

-Saldrá, te lo aseguro.

-Para ello tendría que pasar por-La voz remoloneo sin acabar la frase.

-¿Acaso crees que estoy loco?-La voz masculina se altero.

-Es lo que queda por probar. No hay mejora, no hay nada.

-Nada es lo que le voy a dejar si le hago pasar por la transición. No quiero arrebatarle la humanidad que habita en ella.-Escuche una silla crujir y no sé si fue porque alguien se sentó o se levanto de ella.

Hubo de nuevo un sonido familiar y tras dejarlo de escuchar intente volver a abrir los ojos y enfocar. Aquella vez pareció ir mejor que la anterior. Puse enfocar, pero no mover mi cabeza hacia los lados para ver.  Sabía que tenía que seguir sin moverme. En mi campo de visión apareció la silueta que poco a poco se convirtió en una imagen nítida. Mejore de golpe, o eso quise pensar al verle. Todo mi ser salto por dentro removiéndose mientras suspiraba aliviada.

-Mayra…-Me llamo suavemente.

Le mire y le vi acercarse.

-¿Cómo te encuentras?-Acaricio mi mejilla apartándome el cabello.

No pude responder, no me atrevía por el dolor. Así que elevando mínimamente las comisuras sonreí.

-Tomate tu tiempo.

Y así lo hice. Tarde un tiempo, pero acabe por volver en mí, sufriendo dolores y tormentos, mientras mi cabeza ordenaba cada recuerdo.  Estuvo cada día, a cada momento que pudo allí sin moverse. Pero el día que decidí salir de la cama, no estaba. Parecía que me hubieran caído los sesenta años de golpe sobre los pies. Vestía una camisa larga que me llegaba por debajo de las rodillas, el pelo caía por mi rostro, e iba descalza. Conseguí asearme y buscar algo de ropa, aun temerosa de que se mosqueara por abrir sus armarios. Estaba demacrada, reconozco que me asuste al verme. Baje hasta la cocina y abrí el frigorífico, llevándome la sorpresa de que estaba llena de comida. Mire la fecha de caducidad, y si aun cabía mas en mi asombro, no estaban pasados.  Me prepare un buen plato de aquellos que quitaban el sentido, no es que fuera buena cocinera, pero sabía leer las recomendaciones de las cajas.

Mientras limpiaba los platos escuchaba el silencio, nunca me había sido tan cómodo. Me estaba secando las manos con un papel cuando me asuste.

-¿Qué… que haces de pie?-Su voz me sobresalto,  llevándome una mano al corazón un otra a la encimera para agarrarme y no caerme.

-Maldita sea…-Me di cuenta entonces de que estaba afónica y que mi voz era muy débil.

No pareció importarle, se acerco a mí con la intención de abrazarme, pero se quedo quieto antes de hacer nada.

La duda me asaltaba, ¿Quería que me abrazara? ¿Por qué me sentía mejor cuando estaba cerca mío? ¿Qué era lo que me provocaba? No sabía si sentía algo realmente, quizá solo fuera gratitud lo que quería darle. O quizás no.























Madame.B

1 comentario:

  1. Pues lo que quería darle era una cosa que yo se me se y que no voy a decir, porque esto lo pueden leer menores xDDD
    La historia se pone cada vez más interesante, así que procura no dejarme mucho tiempo en vilo, vale, señorita? bien, así me gusta xD

    TQQ

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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"