Si mis dias en la celda del supuesto banco de sangre se me hacían pesados, agobiantes y agotadores, no esperaba menos de donde me metió la pécora de aquella mujer. Me había despertado desorientada y con la extraña sensación de que todo lo que había sucedido aquellos días, mi huida, mi secuestro… Había sido una farsa, un efímero sueño. Pero estaba totalmente sola, a oscuras, y tenía el frio clavado en los huesos. Me dolían los codos, ya que los tenia clavados en el suelo como punto de apoyo, me habría quedado dormida así. Me incorpore ligeramente y los codos me avisaron de su rigidez con un dolor agudo. Al levantarme, torpemente, me acerque hasta la puerta, igual de fría que el suelo, que desprendía un olor a hierro oxidado milenario. Me puse de puntillas e intente mirar por encima de la rendija. Pero no pude ver mucho, un rostro cruzo la pequeña ventana dándome un susto de muerte.
-¡Una humana!-Exclamo una voz dulce-¡Elisa!-Grito entusiasmada, no tarde en escuchar unos pasos ligeros y rápidos que se acercaron al lado de esta-¿Cómo lo habrá conseguido?
Yo, asustada me fui pegando a la pared, me había fijado y sus ojos eran intensamente rojos.
-Déjame ver-Aquellos ojos desaparecieron, y me observaron otros, llenos de brillo. Pero algo le paso, que lo perdió de golpe-…Vaya-Alcanzo a decir apartando su mirada-No es gran cosa. Bueno volvamos a lo nuestro.
-Claro-La muchacha de la voz dulce se alejo tarareando alguna canción.
-¿Ma…Mayra?-escuche como me llamaban.
Abrí la boca, pero estaba muerta de frio y el terror de aquellos ojos aun me tenía presa.
-Mayra, soy Elisa-Susurro mirando hacia la celda.
Abrí los ojos tanto como pude, parpadee varias veces de asombro y me acerque sorprendida.
-¿E-Elisa?-Me agarre de a un barrote algo temblorosa.
-¿Cómo has terminado aquí?-Me pregunto.
Pero las palabras me salieron disparadas de lo más profundo.
-¿Tu no estabas muerta?-Pregunte sin tacto alguno.
-Mayra, no es lo que tú crees.
-Me da igual lo que sea, quiero salir de aquí. Elisa, si sales búscale, vive cerca…
Pareció reírse de mí, pero tan solo podía verle de la nariz hasta el principio de la frente.
-¿Él? No sé si…
Pero no consiguió terminar la frase. No supe que sucedía, pues apenas había oído unos cuantos murmullos y todo estaba en el más asombroso silencio. Mire a Elisa, que ahora estaba espaldas a la puerta y estaba tensa. Los pasos empezaron a hacerse audibles y cada vez los escuchaba mejor y más fuertes.
-Sácala-Dijo Erszébeth antes de cruzar la puerta y coger a Elisa del cuello.
Cuando abrieron la puerta, vi a aquel hombre que días atrás, había frenado al chico que intentaba protegerme. Burra de mi, si, pues no hice caso a su frase en amenaza hacia la mujer que me mantenía a su lado previamente en salvación. Me había agarrado ya de la camiseta mientras que débilmente me intentaba negar golpeándole el brazo, mi camiseta poco a poco empezó a rasgarse de algún lado ya que note el desgarro haciéndome ceder un paso hacia detrás. Aquello hizo poner en alerta al hombre que me pillo del cuello y me levanto sin flaqueza alguna. Pensaba que no lo iba a contar, pero pasaron varios segundos hasta que no me hizo tocar el suelo con los pies, por el camino, mientras yo jadeaba a falta de aire, había agarrado algo. Aquel algo era una cuerda, no me hizo ni chispa de gracia que se me acercara con aquella cara de vicioso.
Tras quince minutos resistiéndome, escapándome, gritando y corriendo de una esquina de la habitación hacia otra, consiguió atarme las manos y colgarme en una viga que cruzaba el techo. Los huesos de mis hombros casi se dislocan por completo al dejar caer mi peso sobre ambas muñecas. Asustada, le vi subirse las mangas de la camisa.
No me explico con que, consiguió rasgar hasta el último trozo de ropa que tenia puesta dejándome completamente desnuda. Ojala pudiera borrar aquella sensación asquerosa que me recorrió el cuerpo al notarlo pegado en mi cuerpo baboseándome y manoseando casi entera. Claro que me resistí, pero colgada del techo, poco puede hacer alguien. No dejaba de moverme, de zarandearme y de gritar. Fue la hora más agotadora que jamás en mi vida había vivido. Sin voz ya, agache la cabeza y me rendí, la tensión desapareció de mi cuerpo abatido y jadeante. El hombre se separo y me cogió del mentón colocando mis rostro frente al suyo, le vi sonreír satisfecho, a la vez que desato la cuerda y me dejo caer al suelo dándome un buen golpe en todas las extremidades. Estaba destrozada tanto físicamente como mentalmente. Esta vez, aun con las cuerdas en mis muñecas-me cargo en su hombro y camino.
Pude ver una sala enorme, donde el vaho de agua caliente lo empapaba todo, incluso mi pelo había empezado a gotear agua al poco tiempo de entrar.
-Has tardado-La mujer, allí presente al parecer, se acerco.
-Se ha resistido más de lo que pensaba, pero aquí la tienes-me movió y no pude inmutarme.
-Date prisa, necesito darme un baño ya-La voz femenina era ahora casi monstruosa a la par que ansiosa.
Dejándome tirada en el suelo, dejando las muñecas atadas, ataron mis tobillos y volvieron a colgarme, esta vez boca abajo estando sobre una bañera medio llena de agua color granate.
-Está bien así, puedes retirarte.
No vi lo que hacían, pues opte por cerrar los ojos dejando que todo pasara deprisa. Pero hay volvía a estar el dolor, atravesando mi débil cuerpo, desde la cadera a la cintura, por encima del pecho,… Cuando alcance a abrir los ojos, mi sangre inundaba mi rostro y mi cabello goteando. Bajo mi silueta, ella parecía feliz, divertida… a la vez que abría la boca y bebía mi sangre. Entonces los vi. Colmillos.Mis dias fueron uno tras de otro, en curas, heridas, violaciones, y un largo etc., etc. Los gemidos de mujeres a mí alrededor se habían clavado en mis oídos, y día tras noche tan solo escuchaba aquel infernal sonido. El olor a fuego era muchos veces lo único que matizaba la sangre en aquel lugar ya que en aquel lugar las paredes y el suelo estaban impregnados de ella.
Estaba tirada en mitad de la celda con una sucia manta por encima llena de agujeros, so tenía fuerzas, sin apenas poder respirar sin que me dolieran los cortes que tenía por todo el cuerpo. Sabía que mi razonamiento era nulo y que ahora no era más que un cuerpo del cual aprovechaban su sangre y poco más.
Pálida, demacrada y en los huesos, los meses se me hicieron años allí dentro.
Pálida, demacrada y en los huesos, los meses se me hicieron años allí dentro.
Madame.B
Animo a todos con los estudios, se que muchos estáis con el estrés subido a la nuca. Pronto pasara. :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario