No supe que fue aquella sensación que sentí, cuando la puerta se cerró con un fuerte golpe y mire a las paredes.
El corazón se me desboco, y mi respiración desbordo haciéndome jadear. Camine hacia atrás, esperando alejarme de tales objetos. Cuando toque el otro extremo de pared, dando un salto me volví contemplando más de lo mismo.
-¡Grey!-Grite tan fuerte como pude.
Pero no obtuve respuesta más que mi arrebato por respirar sin control. ¿Qué tipo de persona tenía una habitación así? Di vueltas sobre mí, hasta el punto de marearme y caer al suelo.
-¡Sácame de aquí, te lo ruego!-Dije rompiendo la voz con un sollozo al final.
Recompuesta del mareo, conseguí acercarme a la puerta de la cual colgaba uno de esos símbolos gigantesco.
-¡Por favor! Por favor, por favor….por favor- Apoye una de mis manos en la puerta, y escuche la puerta crujir levemente, y como alguien tocaba el pomo de esta con la intención de abrir la puerta.
-¡No!-Dijo una voz de el otro lado- ¿Está usted loco? ¿Pretende matarnos?
-Señor, ¡hay una mujer rogando!-Dijo la voz de grey preocupada y nerviosa.
-¡No es más que el diablo intentando convencernos!
Y escuche un golpe contra la puerta que me hizo echarme hacia atrás.
Volví a mirar toda aquella…. Parafernalia. En el techo, aun húmeda, con pintura roja una gran cruz cruzaba todo el techo de punta a punta.
Toda la habitación estaba repleta, por el más insignificante símbolo, en cualquier rincón, de cruces de Cristo. Ni siquiera podía utilizar la expresión Dios santo, aquello me asustaba. Me daba miedo. Y me hacia dar vueltas la cabeza.
Camine en círculos para intentar cansarme, para dejar de pensar, de mirar, y solo clavar la mirada en mis pies. Cuando el cuerpo se rindió, caí en el centro de la habitación derrotada. Gimiendo de cansancio, y dejando salir todas las lágrimas de mí.
“Katheryn… Katheryn-Dijo una voz familiar.
-¿Dravulia?-Pregunte para mi sorpresa.
-Mi pequeña…-La silueta de aquella mujer apareció de entre las sombras de mi mente, y agradecí su presencia- Se fuerte.
-Pero… ¿Qué me pasa? ¿Qué es todo esto?- quería respuestas a todas las preguntas posibles.
-Hija mía, tranquilízate, estos hombres pronto creerán que eres libre, que el ser que habita dentro de ti se ha marchado.
-¿Qué ser? Espera… ¿Qué habita dentro de mí?
-Tranquilízate, nadie puede adentrarse en tu alma. Te he dado un Don pequeña, Pero debes guardarlo bien, si no, acabaras siendo quemada.- Creí sentir en ese momento su mano en mi frente.
-¿Un Don?
-Mantén tu ira y tus emociones bajo control, son quienes más pueden traicionarte en los peores momentos….- Poco a poco la forma de la mujer fue desapareciendo.
-¡Espera…!”
Una mano helada acariciaba mi frente, poco a poco, abrí los ojos y me encontré con el rostro de Grey.
-¿Cómo te encuentras?
-Bien-Dije con voz ronca- Agua por favor.
No tardo en ofrecerme un vaso que tenía preparado en la mesa de noche.
-Siento lo de ayer, encerrarte en esa habitación…
Intente no mirarle con ojos acusadores, aquello me vendría bien, aprovecharía la ocasión como era debido.
-¿Ayer?... Pero, ¿no me desmaye en la cocina?
Pareció sacudir la cabeza, y parpadeo. Yo acabe de beberme el vaso de agua.
-… ¿No te acuerdas?-Me retiro en vaso de las manos.
-¿Acordarme de que, Grey?
-Nada, quédate descansando, volveré dentro de poco.
Con un beso en la frente, se levanto y se fue de la habitación donde ocurrió todo. Estaba medio vacía a causa de los destroces que hice. Aun algo débil, conseguí ponerme en pie e ir a la puerta, para poder escuchar si había alguien detrás de ella.
-Doctor. No se acuerda de nada…-Comento Grey.
-Magnifico, eso significa que el diablo la ha abandonado.-La voz del hombre mayor pareció colmada de alegría-Amigo puede estar usted contento. Esta salvada.
Ninguno de los dos digo nada. Solo escuche como las escaleras de vieja madera crujían bajo los pies de alguien. Con temor a ser descubierta, volví a mi cama, y pase varios días en reposo, y siendo cuidada por los sirvientes de aquella casa.
Una tarde otoñal, donde las hojas adornaban los jardines de aquella casa, daba un agradable paseo junto a Grey.
-Querida-Dijo mientras me ofrecía asiento en un banco de cemento.
Yo, gustosamente acepte sentarme. De pronto, Grey de arrodillo frente a mi tomándome de la mano y aclarándose la voz. No, No por dios, pensé.
-Llevamos cerca de dos años viviendo juntos, hemos conseguido saltar grandes problemas, de los cuales prefiero tener olvidados en mi mente. Pero ahora se, que si tú me faltases, no sería capaz de seguir viviendo. Eres mi razón de existencia Katheryn…-Llevándose la mano temblorosa al bolsillo, saco una pequeña caja roja aterciopelada- ¿Quieres casarte con migo?-Abrió la cajita enseñandome su contenido.
Incrédula, mire aquella joya. Brillaba como el sol a las doce del medio día. Era radiante. Cuando conseguí retirar la mirada de aquella alianza, parpadeé y le mire. En su rostro se dibujaba una gran sonrisa, y unos ojos brillantes llenos de ilusión.
-Yo…-No sabía que decir. ¿Pero…? Dios mío de mi vida.
Katheryn, te arrepentirás toda tu vida… Pensé.
- ¡Sí!
Katheryn, te arrepentirás toda tu vida… Pensé.
- ¡Sí!
Y salte en sus brazos con una fingida alegría y una sonrisa dibujada con esfuerzo. Sus bazos me estrecharon con fuerza, y riendo se separo de mi.
-Pensé que te negarías…-Retiro el anillo de su caja, y lo coloco en mi dedo anular.- Te amo, Katheryn.
Dijo sin pronunciar mi apellido, jamás quería volver a escucharlo y recordar de donde procedía.
-Y yo, Grey.- Sonrei.
-Ahora serás la Señora Divella.-Se puso en pie. Y me hizo erguir para besarme.
Si quería irme, aquello no hacía más que retrasar mi huida. Ahora me tocaba esperar, a poder buscar otro plan para poderme marchar. Pero no quería destrozarle el corazón. Ahora esperaría, esperaría un tiempo para poderme ir, y buscar lo que más me importaba. A mi verdadero amor.
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Madame B.
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