viernes, 12 de noviembre de 2010

23 años, una boda, una muerte, una enfermedad y un reencuentro.

Viajábamos a Londres con la escusa de nuestro tercer aniversario de bodas. Me encontraba frente a una botica, esperando a que Grey saliera de ella.

La gente corría a trompicones por las aceras, casi podían pisarse los talones los unos con los otros. Quizá mi mente, o la vida, me llevaron a clavar la mirada en un hombre que estaba al otro lado de la acera, al principio de una gran plazoleta. Este vestía un elegante traje negro de dos piezas, chaqueta y pantalón, mientras que llevaba un chaleco del mismo color y bajo este una camisa blanca impoluta. Del bolsillo izquierdo colgaba una cadena fina de plata que destellaba con el sol, al igual que sus ojos, de un color azul intenso. Aunque estaba bastante lejos de mí, podía percibir el color de sus ojos, pero no sus rasgos bien definidos, quizá fuera el sol, que me daba en plena cara y me cegaba. Pero aquello me fue sumamente extraño.

En ese instante sentí un tremendo dolor, como un pinchazo agudo, en el pecho, que me hizo mantener el aliento por un momento. No, no podía ser quien pensaba. No quería que aquel nombre se me pasara por la cabeza.

Mi mente, impulsivamente mando a mi cuerpo dar una paso hacia delante, cuando de repente, una mano me agarro del hombro.

-¿A dónde vas, querida?-Pregunto la voz de Grey.

No supe como mirarle ni responderle, solo me pude limitar a parpadear confundida y aturdida con una afable sonrisa.

Me agarre a su brazo, y cuando empezamos a caminar, tuve que echar la mirada hacia a detrás de pura intriga. Pero era cierto aquello de que la curiosidad mata al gato, pues me encontré con que una mujer no muy alta –a duras penas conseguía llegar a su hombro- Le agarraba del brazo y hablaban animadamente. Esta tenía el pelo pelirrojo como el buen vino tinto, y no le llegaba a los hombros. Lucia un hermoso vestido del mismo color que su cabello, y una tez perfectamente pálida, al igual que el hombre. La duda me asalto, ¿cómo podía ser que ambas se mostraran en público? La gente de la una alta posición social apenas salía de sus casas y eran muy pálidos como para ponerse a la exposición del sol.

-¿Sucede algo?-De nuevo Grey interrumpió mis pensamientos.

-Creía a ver visto a alguien conocido, pero me equivocaba.- coloque mi mano libre sobre su brazo, pareciendo que iba abrazada a este.

Tres años casados, y dos viviendo con él, aquello eran cinco años retrasándolo todo. Pero extrañamente, había conseguido quererle de un modo extraño. Aunque, antes de que cumpliera el segundo año de boda, Grey cayó enfermo de una extraña enfermedad. Ni siquiera los mejores doctores de toda Italia consiguieron averiguar que tenía. Unos recetaban unas hierbas, otros medicamentos en proceso de desarrollo… unos le agudizaban el dolor, otros le hacían pasar días en la cama sin poder moverse, y otros conseguían que pudiera seguir con su vida normal, aunque sintiendo aun molestias en su cuerpo. La vida parecía complicarse cada vez más… Un mes después de saber de la enfermedad de Grey, supe que me dejo en cinta. Aquello pareció darle un empujón para que saliera hacia delante, pero el mundo se volvió en nuestra contra, y cuando cumplí los ocho meses y medio, perdí al hijo que creía dentro de mí. Todo el servicio se vio volcando aquella noche en mi cuidado, unos por la criatura, y otros por mí por no morir en el parto. Cuando nació, no escuche llanto alguno, y un silencio  inundo toda la habitación. Cuando mire las sabanas en las que se encontraba mi hijo, las vi cubiertas de sangre, junto con un cuerpo inmóvil de un color azul morado. Un mes fue lo que tarde en poderme volver a volcar en la enfermedad de mi marido.
En ese momento, cuando el recuerdo me embargo de una amarga sensación, mi mano se alejo del brazo de Grey y acaricie mi vientre con delicadeza mientras agachaba lentamente la cabeza y la pegaba al hombro de este, quien intento darme fuerzas con un apretón de manos.

-Volvamos al hotel ¿Si?

Yo me limite a asentir. Cuando llegamos, todo el mundo saludo a Grey inclinando la cabeza. En poco tiempo había  hecho crecer su nombre y darlo a conocer en mas países, gracias a que invirtió una gran parte de sus ganancias en negocios con el reí de Francia, y ahora era dueño de grandes tierras por toda Italia.

Cuando llegamos, Grey no puso aguantarse mucho más en pie, y me vi en la obligación de llevarlo a la cama para poderle dejar descansar. 

Eran las seis de la tarde cuando decidí dar un corto paseo por la misma plaza donde había estado con mi esposo. Llevaba un sombrero para cubrirme del sol, y una bolsita con algunas monedas por si algún caso. Mi vestido del mismo color que la bolsita, de un negro con destellos azules, se balanceaba al son de mis pasos. Cuando llegue a el pequeño parque, la risa de unos niños pequeño me hizo estremecer. Me acerque a un banco con la intención de sentarme, cuando una corriente de aire arrebato mi sombrero de mi cabeza y lo hice elevarse hasta caer a unos cuantos metros de mí.

Al acercarme para cogerlo del suelo, unas manos se adelantaron a las mías, y rápidamente alce la mirada.

-Creo que esto es suyo, ¿señorita…?

Es el hombre de esta mañana, pensé.

- Señorita Divella.

Él tendió el sombrero y yo con cautela lo cogí.

-Gracias.

En ese momento el parecía distante, pero rápidamente me miro volviendo en sí.

-Oh, de nada-Dudo y entonces pregunto-¿Podría acompañarla? Una mujer en Londres sola no está a salvo a estas horas.

No hice caso a su pregunta, solo le contemple. De cerca, de cerca era… “Oh Dios”, era aun más atractivo. Su mirada era profunda, y su piel era menos pálida que la de la mujer. El traje parecía aun quedarle mejor estando tan cerca. Cuando vi que me miraba extrañado, caí en la cuenta de que tenía que responderle.

Accedí tras saber su nombre-Que era Edik- Aunque me pareció algo sumamente imprudente, pues ni siquiera le conocía. Al parecer era ruso, y su descendencia venia de grandes marqueses de los países mas fríos.
Mis ilusiones se desvanecieron al momento en que su procedencia se me hizo saber. ¿Cómo podía haber sido tan ilusa? Pobre de mí, llegue a pensar. Aquello era culpa de mi obsesión por buscar a quien no debía, y mirar con ojos esperanzados a los demás. Cuando le indique el camino de vuelta al hotel, en uno de los caminos se desvió, y no dijo palabra.

De repente me vi en un callejón oscuro, donde conseguía ver su rostro con algún rallo de luna.

-¿Qué hacéis?-Pregunte asustada y jadeante por el miedo.

-Katheryn-Dijo en un golpe de voz.

La luz de la luna no me dejo ver su rostro, y no supe donde se encontraba. Aquello me asusto mucho más, 
¿Dónde estaba?

-¿Cómo sabéis mi nombre?...-Me pegue a la pared que estaba detrás de mí, y pegue mis manos a las frías piedras.

- Por el amor de dios, Katheryn, mírame.

En ese instante dos manos agarraron mi rostro hacia una dirección, donde la luz iluminaba.

Mis ojos se encontraron con aquel hombre, pero rápidamente me dije en algo más. Una cicatriz, una cicatriz en la mejilla izquierda.


Aquello no podía ser verdad.

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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"