miércoles, 2 de junio de 2010

Trauma.






















Los días pasaban y poco a poco el agobio por no ver la calle era más grande. Ninetta me trataba de una forma distinta a cuando llegue, haciéndome sentir un poco mas de respeto hacia ella, aunque sabiendo lo que sabia, no me transmitía confianza alguna. Frank desaparecía de tanto en tanto y volvía al cabo de uno o dos días.
Las noches se me hacían eternas mirando por la ventana, viendo pasar coches llenos de gente riendo o otros tan solo hablando. El tiempo mejoraba dejando salir al sol y haciendo desaparecer las lluvias.

En todo aquel tiempo en el que no salía y no hacia nada, pensar en todo lo que perdí, y todo a lo que he sido condenada era lo que me quedaba.

Escuchaba a Ninetta pegar gritos tras la puerta de su habitación, hablaba por móvil y se le notaba cabreada. Mire una mancha en la pared a causa de una pequeña humedad cuando Brez pasó frente a mi cargado con dos rifles.

-¿Qué haces?- la pregunta salio dispara de mis adentros.

-Presiento que tendremos problemas dentro de poco, así que los pondré apunto.-Se sentó en una silla medio destrozada arrimada a una pequeña mesa de madera.

-Se os atascaran, tienen el cañón demasiado corto…-Me levante para sentarme en otra silla a su lado.-Además, si lleváis tiempo sin utilizarlas estaré aun más convencida de ello.

-¿Cómo es que sabes de armas? –seguía limpiando la boca del cañón mientras me miraba.

-Mi padre era cazador, y siempre iba con el a los clubes del coto, pasaba horas allí con las mujeres de otros hombres y aunque no me hacían caso, era lo suficiente fisgona como para leer varios libros-sonreí- nunca me aburría.

En aquel preciso instante, el tiempo voló. Acabe en el suelo con Brez encima de mí, escuchando un fuerte ruido.

-Métete en la habitación que quede más escondida del piso, ¡Corre!- salio de sobre mío.

Hice caso a medias, fui a la habitación que creía ser la más recogida. Ninetta salio de su habitación con un rifle de precisión. Fue todo lo que pude ver hasta que me encerré en la habitación.

Cada tiro que escuchaba me hacia latir el corazón con una fuerza brutal. Note la adrenalina hacer bombear la sangre deprisa, las venas latían bajo mi piel y el dolor de cabeza aumentaba por momentos.

Los nervios se apoderaron de mí. Me encogí en una esquina, tapando mis oídos con tal de no escuchar nada y balanceándome hacia atrás y adelante sin dejar de negar con la cabeza.

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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"