Me mire al espejo y retoque el peinado por última vez. Me puse un poco de gloss en los labios y cogiendo mis cosas, salí a la calle.
El bar donde todos habíamos quedado no quedaba muy lejos de donde vivía, así que preferí ir a pie, antes que en coche. Eran las siete y veinte según ponía en el móvil, llegaba gusta. Apreté el paso para no llegar mas tarde de lo que ya llegaba.
Por suerte, tan solo había llegado Susana que estaba junto con su novio, Stefan. Al entrar ambos me saludaron con dos besos, y enseguida nos sentamos en la barra esperando a los demás y tomándonos unas cervezas.
Eran las ocho cuando Leo, Damon y Charlotte aparecieron dando explicaciones.
Leo era el pequeño de los dos hermanos, tenia el pelo de color castaño claro tirando a rubio y unos ojos azules grisáceos increíblemente preciosos, siempre bestia de chico malo, aunque su personalidad era la opuesta de su forma de vestir. Damon sin embargo, era lo contrario a el, tenia el pelo de color caoba mas bien negro y los ojos muy marrones, diría negro, pero cuando le daba el sol, los ojos reflejaban aquel color. Bestia de forma desenfadada y en cuanto a personalidad, era casi igual que su hermano, salvo por que era algo más carbón. La chica que les acompañaba la veía de vez en cuando a lo largo de varios años, era su prima. Charlotte era preciosa, tenía los ojos verdes muy claros y una cabellera larga y rubia, y siempre lucia una amplia sonrisa.
Tenía gratos recuerdos de ambos hermanos, ya que habían sido mi familia desde que yo tenía siete años. Cuidaron de mí hasta que mi padre murió y mi madre me llevo con ella a vivir lejos de aquel pequeño pueblo. Al cumplir la mayoría de edad pedí ayuda a los pocos amigos que aun conservaba en mi pueblo natal, entre ellos Leo y Damon, y enseguida pude volver a vivir donde mas me gustaba, California.
Por suerte, conseguí trabajo y al cabo de años, comprarme la casa donde antes solía vivir, había acordado con la dueña que cuando decidiera mudarse, me tuviera la primera en comprarle la casita y así fue.
Cuando nos dimos cuenta el tiempo se nos había echado encima y ya eran casi las doce de la noche.
Nos despedimos de Susana y Stefan, que tenían prisa por irse, y nos quedamos nosotros cuatro solos.
-¿Te llevamos?-pregunto Leo que sacaba las llaves de su bolsillo.
-No, prefiero andar, llevo horas sentada- Cogí la chaqueta de mi rejazo para poderme poner en pie y ponérmela.
-Podrías venirte a casa a ver una película…- Miro a Damon que le lanzo una mirada con intención de que se callara.-Si ellos dos quieren, claro, no es mi casa- sonrió un poco avergonzada.
-Si no fuera por que mañana tengo que acompañar a Marie al hospital, iría con gusto, Charlotte- sonreí en su dirección- Nos veremos por la tarde, ¿de acuerdo?
-Vale, tendremos que ponernos al día- Fue hacia mí y se despidió dándome dos besos.
La muchacha era cuatro años mas joven que yo – que tenia veintidós tacos-, y se le notaba en la inocencia, aunque para las cosas justas se hacia la tonta.
Leo me abrazo dándome dos besos y Damon le imito. Los vi subirse en el coche y marcharse. Me despedí de Ricci, la camarera, y salí camino hacia mi casa.
Mientras tenia la cabeza ocupada en mis problemas, escuche el lloriqueo de un perro. Estaba atado a una señal, y estaba agachado y temblando.
-Pequeño, ¿te han olvidado aquí?-Me agache acariciándole la cabeza.
El perro rápidamente se levanto y empezó a mover la cola. Ladró una sola vez, y luego empezó a gruñir.
-¿Qué pasa?- mire detrás de mí, y me encontré con un hombre- ¿Perdone es su…?
No me dio tiempo a acabar, me propino un golpe en la nuca tirándome al suelo y oscureciendo mi mundo.

Holaaaa???? Uy, a mi estas cosas no me gustan eh... me pongo mala
ResponderEliminarYara !!! ¬¬ que mal royo colega...