As de picas.

Afortunado en el juego, desafortunado en el amor...

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Me he levantado con la trenza medio desecha, el pelo alborotado, los ojos levemente hinchados y bostezando. Solo es un comienzo ante un nuevo día, quizás monótono, o agotadoramente tenaz y mordiente.

¿Echar la última carta al fuego, o quedarme con la carta de la suerte bajo la manga?

He intentado absorber todo el aire del mundo, todo el oxígeno posible para que mis pulmones se expandan e intenten llenarme por dentro en esos momentos en los que me siento sola y vacía. Pero sé que esto es como un cigarro. Piensas en él, en poderte fumar uno tal vez, lo sacas de la cajetilla ya rebuscando el mechero si es que no lo tienes haciéndoles compañía a los demás cigarrillos que más tarde volverán a repetir la operación, te lo llevas a la boca, enciendes su extremos, absorbes, te quema la garganta y te inunda la cabeza de su humo, al igual que los pulmones, aire sucio pero gratificante para ti al fin y al cabo, y la ansiedad y agonía desaparece en ese instante. Lo dejas escapar después de quedarte con lo peor de él y no harta o harto de su sabor, vuelves a repetir la operación. Alzas el brazo, la mano, lo acercas a la boca, entre los labios, absorbes, inhalas, degustas y dejas escapar.

Las personas somos seres curiosos. Hacemos lo mismo con los cigarros como con las personas que nos quieren, nos atraen, o nos rodea.

Recomiendo tener cuidado, la raza humana jamás estará en extinción, porque ya está extinguida. Solo quedan desechos de lo que una vez se fue hace muchos años.