domingo, 13 de enero de 2013

Somos, creemos, sentimos.

No soy quien para buscarle un sentido a este momento.

No veo, solo siento, y siento como un simple hielo rodea la aureola de mi pecho, como me recorre en círculos la piel del pecho, como me eriza la piel, como me estremece y me enloquece. Siento que el mundo arraiga en mis pies, que estoy clavada en el aire, en suspensión  Que la cuerda no quema, no aprisiona, solo acaricia y besa allí donde está. Guíame, oblígame, doblégame, no es simplemente sexo, es confianza.



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Es extraño, he bebido de otras bocas, de otros labios. Y jamás creía beber agua tan dulce como la de aquella vez. Solo pretendía sentirle una sola vez, una sola, pero fue perseguida por una más, y tras esa otra. ¿Es que no tiene fin? Sí, todo lo tiene. Como el aire, como el agua. Como el placer en la cama. Todo tiene un fin, pero... Hay quien sabe alargar la agonía exquisita del sufrimiento, hay quien sabe alargar ese final, como quedarse estancado en esa destrucción que crea el abismo de un nuevo comienzo.



No pretendo andar por el camino del fin, ni por el camino del infierno, aquel que lanza aceradas lenguas de fuego que parecen pretender violar mi piel, mis pies no pisaran ese camino, no durante la vida, no en la calle. Cuando no pienso, cuando dejo a mi mente volar libre, me cuelo en ese rincón del mundo donde somos, creemos, sentimos lo que queremos. Y creerme cuando digo, que nadie es santo, nadie viste la bandera blanca en su alma.
Y quienes rezan, son los que más pecan.








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Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"