Me pase gran parte de la tarde inquieta, dando vueltas de un lado a otro, esperando a que Gregor se fuera a hacer sus visitas diaria a las tabernas del pueblo, cuando lo hizo, casi corrí para sacar al preso de la celda, había algo que me impulsaba de una manera fuerte a hacerlo y a preocuparme por su salud física. Mande a buscarle mientras revisaba que estuviera todo dispuesto, el hombre joven, uno de mis guaridas, moreno y de estatura media casi alta, me informo de que este ya estaba acomodado en la habitación, por lo que mande a llevarle comida y ropas de las cuales esperaba que alguna le fuera bien.
Al entrar la habitación estaba casi a oscuras por no ser que la chimenea estaba encendida y sus llamas tintineaban ligeramente en las paredes y ahora, en su cuerpo. No dude en intentar sonsacarle algo, quizás a entablar una conversación educada.
Paolo no había acatado mi orden de darle de comer, por lo que ahora estaba tan hambriento como una bestia salvaje, poco a poco, sin darme cuenta me acerque a él y puse freno, hasta que menciono lo de la corte y no pude evitar preguntarle para después enterarme del cargo que tenia bajo él. Decidí dejarle tranquilo, pues bastante enfurecido tenia al rey como para ahora seguir provocándole con uno de sus hombres como rehén cosa que no me interesaba en absoluto, aunque la decisión la había tomado mucho antes de saber quién era ya que algo me incitaba a hacerlo. Por lo visto Gregor decidió volver a casa antes de lo pensado y nadie me informo de ello, cosa que le enfureció y provoco que aquella noche ya en la habitación me gritara como un oso en celo.
-Gregor, basta-Dije tranquila mientras deshacía el nudo de la bata de satén de color marfil.
-¿Y el prisionero? ¿Qué ha sido de él? ¿Lo has matado ya?- Todas aquellas preguntas explotaron frente a mi rostro, una tras de otra mientras se acercaba.
-¡No lo he matado!-Provoco que saltara en aquel instante- Ya te dije que dejaría de hacerlo, pues tu querido hermano me amenazo, y no quiero recordar ahora sus palabras- El final de aquella frase la voz se me apago.- Ese asqueroso ser no merece vivir- murmure.
Al parecer Gregor me escucho y golpeo la mesa de madera maciza que había en el centro de la habitación.
-Te recuerdo que ese asqueroso ser es mi hermano, y tu rey- Dijo entre dientes.
En ese momento entendí que tenía que callar antes de empeorarlo todo, cuando los golpes empezaban, pocas veces conseguía frenarlos si no era recibiendo alguno.
-Buenas noches, Gregor-Retire las mantas de la cama y metí las piernas bajo estas para luego arroparme.
Por mucho que intentase dormirme, tenía el cuerpo revuelto a causa de la mala sensación que me producía dejar escapar a alguien desconocido, y a la vez que Gregor se percatara de que este se había desvanecido tras haberle visto en los calabozos. Por otro lado la cama se hundió al soportar el peso pesado del cuerpo que ahora se tendía sobre el mullido colchón y que pronto empezó a roncar acentuando mi mal humor y mi insomnio.
A pesar de todo, el amanecer no se hizo esperar, pues al no dormir camine por mi casa de un lado hacia otro sintiendo frio en los pies descalzos y en las manos mientras cruzada de brazos sujetada cerrada la bata marfil. Apenas pude contemplar del todo el salir del sol, cuando los hombres de las caballerizas salieron corriendo y varios muchachos más jóvenes salieron tras de ellos para luego escuchar la voz de mujeres clamar al cielo. Sin dudarlo mas, salí descalza dejando que el frio adormilara mis extremidades. Las mujeres al verme se calmaron aparentemente e hicieron descender las miradas a la nieve y a los pies descalzos.
-¿Qué sucede?-Quise saber, mi voz había salido más nerviosa de lo acostumbrado.
-Un hombre con un carro trae a otro hombre mi señora-Dijo una mujer con acento húngaro mientras señalaba la entrada a la casona.
-¿Otro hombre? ¿En un carro?-La mujer asintió y no dijo nada mas retirándose despacio.
Sin embargo mi cabeza me puso en alerta de otro modo, me disparo el corazón por las nubes, y empezaron a temblarme las piernas. ¿Qué era todo aquello? Pronto las puertas de madera fueron arrastradas para dejar paso al hombre que espoleaba a una mula blanca para que consiguiera subir la leve pendiente con el carro.
-Marquesa, sois quien más cerca estaba de estas tierras-dijo el hombre anciano con voz gastada- espero que dios se apiade de su alma- dijo mientras miraba hacia atrás.
Tome aquello ultimo como respuesta a la gente del pueblo, sabían muy bien quién era y que hacía con las personas. Pero cuando camine a la parte trasera del carro y vi el cuerpo tirado con las ropas revueltas del hombre comprendí la razón por la que el corazón se había vuelto loco. Aquel hombre apenas hacia horas se había marchado y ahora volvía a estar en mis tierras.
-Llevadlo a un aposento libre, limpio y alejado del alcance de Gregor-Dije mientras me tiritaban los labios.
Fueron necesarios cinco hombres para poderlo llevar a una habitación apartado lo máximo posible, quizás demasiado, pues era la parte donde se alojaban los invitados, como una segunda residencia en el interior de la mía propia. Llame al mejor curandero del pueblo para que pudiera sanar las heridas que ahora lucia su cuerpo, nada relacionado con las proporcionadas por Paolo ni por la lanza mal clavada en su costado. Llame a los sirvientes del hogar con tal de que siguieran con el trabajo con total normalidad, como si no hubiera pasado nada en aquella mañana. Una vez a solas con el doctor en la habitación ayude a este a limpiar las heridas, pues sabía algo de medicina y no quería que ante alguna complicación el curandero se quedara a solas.
El hombre llevaba el cabello mojado a causa de la nieve, y una gran laceración en el lado derecho del rostro que ahora supuraba bastante. El doctor consiguió tratar todas las heridas con éxito, aunque no pudo evitar que el cuerpo de este se rebelara e iniciara la fiebre. Una vez todo normalizado se marcho y mando reposo y cuidados intensivos.
El día fue duro, no pude quitarme de la cabeza la imagen del cuerpo herido junto a un rostro casi muerto. Para finalizarlo todo la nieve había calado dentro de mis huesos y durante todo el día estuve bajo el calor de una buena manta, sin poder salir y dar las órdenes deseadas, aunque para eso estaba Gregor, que seguía de un humor de perros. Por suerte tenia bajo control la situación y nadie dijo nada de lo sucedido durante el día, mandaba de vez en cuando a una de las criadas que más tiempo llevaba trabajando para mí para que echara un vistazo al estado del hombre.
Una vez adentrada la noche y habiendo cenado junto a mi esposo, me encontraba sentada en un butacón de piel antigua que resguardaba perfectamente del frio nocturno.
-Mañana despertare pronto e iré hacia el cuello de las montañas-Cometo Gregor dejando una copa de plata sobre la mesa de madera.
-¿Solo?-Pregunte, sabía que no, pero fue la costumbre de hablar de lo mismo a cada ciclo de tiempo.
-Me llevare seis hombres, en las tabernas hablan de asaltantes armados- Se puso en pie y se dio varios golpes en el estomago redondo.- hay que proteger el bien más preciado de esta familia.
Cerré los ojos y respire tranquila, rezaba para que no le pasara nada, si no tendría a su hermano en mi hogar antes de que las trompetas del día final sonaran.
-Andad con cuidado- al ponerme en pie deposite un beso en la mejilla de este-Buenas noches pues, yo tardare en acostarme, aun no me ha entrado el sueño y no quiero molestarte dando vueltas en la cama…
Gregor sonrió y volvió a besarme en la mejilla.
-Dentro de cuatro días estaré nuevamente aquí, con alguna que otra sorpresa. -había salido ya del lugar por lo que se perdió el hilo de voz.
Sabia de sobras que aquellas sorpresas no eran gratas, bien llegaría con la intención de hacerme abrir las piernas para calmarse, o con la noticia de haber acudido a algún prostíbulo y haber dejado en cinta a alguna prostituta.
Deje las mantas a un lado, no me hacían falta. Empecé a cavilar de un lado hacia otro, ¿Bandidos en los caminos? Debían de ser bastantes para que pudieran derribar a un caballero del rey. O quizás, por pura coincidencia, no habían sido esos asaltantes los que habían mal herido al hombre que ahora se encontraba es mi hogar. Recogí la manta, doblándola cuidadosamente mirando hacia un punto perdido cuando la puerta se abrió sin una llamada previa.
Madame.B
Tras mucho tiempo sin subir un capitulo, aquí lo tenéis. ¡Viva la vida de Caracterizador estresante!
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