martes, 4 de octubre de 2011

Elsker.


Nuevamente herido, tras negarme a que aquella mujer me curara los latigazos de mi espalda y hacer el bobo intentando que me dejara libre, descansaba contra la fría piedra que calmaba el calor que sentía en cada herida en mi espinado mientras respiraba pausadamente por culpa de la lesión que me había proporcionado el idiota del guardia. El cuerpo me temblaba ligeramente a causa del gélido ambiente, aunque aguantaba como buenamente podía.

Las manos de la Marquesa se habían movido con rapidez y agilidad para parar el sangrado y calmar el dolor, sorprendentemente consiguió que me sintiera mejor aunque me hubiera recuperado mejor si hubiera sido tan necio como para salir de aquel calabozo. Tenía la llave frente a mí llamándome pero aun tenía demasiada vida que vivir y no quería arriesgarme  a saber finalmente si sus palabras podían tomarte al pie de la letra. Tras horas de divagación por mi propia mente y dar vueltas a lo inesperado acabé dormido.

Me desperté a causa del dolor que sentía al no haberme movido en ningún momento, bufe y intente removerme  provocando que crujieran varios huesos en un sonido seco. Escuche a lo lejos un sonido pesado de armaduras, cuando mire dirección al pasillo divise a dos hombres armados acompañando a otro que vestía con ropa limpia y cara a la vez que miraba hacia el interior de la sala. Supe enseguida que me miraba aunque no pareció prestarme mucha más atención pues reanudó el paso y deje de tenerle al alcance de mi vista. Pasaron horas, en las que parecieron olvidarse de mí ya que no vi comida por ningún lado y eso me hizo dudar de que lapso de tiempo hubiera pasado. Me sentía como un tigre encerrado, la celda se me hacia pequeña a cada momento y no podía moverme por las heridas. Había conseguido coger la llave por el cordel rojo que llevaba mientras le daba vueltas en una de mis manos.

Estaba a punto de dormirme nuevamente cuando escuche el tintineo fuerte de unas llaves en la puerta que me sobresalto.

-Vamos, levántate- Ordeno la voz del hombre desconocido.

Lo intente mientras escondía disimuladamente la llave en una de mis manos, tenía una rodilla clavada en el suelo mientras apoyando una mano en la pared intentaba ponerme en pie mientras el costado lesionado me hacia flaquear. El hombre entro y paso uno de mis brazos tras su cuello ayudándome a poner en pie. El hombre no parecía demasiado mayor, y aunque era casi igual de alto que yo no poseía tanta fuerza.

-No sé que habéis echo, pero es la primera vez que perdonan la vida a alguien en este lugar.-Dijo en voz baja aun en el interior del calabozo.- y me alegro por ello.

-Veo que no estás muy de acuerdo con los métodos de la Marquesa-Dije entre dientes.

-Para nada, pero le debo demasiado para oponerme a ella, le salvo la vida a mi familia y es quien nos mantiene-Dijo, y entonces se cayó, pareciendo saber que había hablado más de lo necesario.

Caminamos entre pasillos oscuros y cruzamos habitaciones desiertas y repletas de polvo hasta subir unas escaleras de piedra en forma de caracol, había escalones en los que cualquier persona hubiera podido resbalarse de lo erosionada que estaba la piedra por culpa de las pisadas que llevarían aguantando aquellos escalones.

El hombre me llevo hasta una habitación no demasiado grande, pero con una gran cama en el centro, una chimenea y frente a esta un butacón sobre una gran alfombra de oso.  Me dio un par de toques en el hombro, me mando a tener suerte y se marcho. ¿Qué estaba pasando? Antes de que pudiera acercarme a la chimenea lo suficiente para notar el calor seco de los troncos ardientes la puerta se abrió y me vi obligado a girarme viendo que era un chico joven cargado de telas, y otro tras de él llevando una gran bandeja de plata repleta de comida. No sabía que era todo aquello, quizás el guardia se había equivocado de hombre…

-Dejad la ropa sobre la cama, y la bandeja sobre aquella mesa pequeña que esta frente al butacón-La voz de la Marquesa, ya reconocible por el primer encontronazo en los calabozos sonó suave y tranquila en la puerta-Y ahora marchaos.-Los sirvientes se retiraron y esta cerró la puerta.

Me quede allí donde estaba, no me fiaba. ¿Cómo lo iba a hacer si hacia un día que me estaba torturando a modo de diversión? Aquello era de locos.

-Tenéis ropa y comida recién echa-Se acerco a la ropa y sobre la cama tendió un gran abrigo de piel.- Espero que la ropa os vaya bien…

-¿Qué es todo esto? ¿Habéis envenenado la comida?-seguía sin moverme.

-Si deseo matar a alguien no lo hago con algo tan cobarde como el veneno,-Me miro y se acerco a paso lento- estoy segura de que habéis visto a un hombre recorrer los calabozos  resguardado por un par de hombres, bien…-hizo una pausa y a varios pasos de mi ceso el paso- Se pregunta quien sois y que hacéis aquí, puesto a que yo le prometí no volver a torturar a nadie más… he decidido dejaros ir a cambio de silencio.

Parecía no importarle hablar de lo que hacía frente a alguien, y menos aceptarlo.

-¿Sin trampas?-Pregunte, cruzándome de brazos e inmediatamente mi mueca dejo claro que me seguía doliendo las múltiples heridas.

-Sin trampas, ¿Por qué siempre pensáis en que os tiendo trampas? ¿Tan predecible soy?-Ella se empezó a reír y luego se acerco- dejadme ver la herida.

-No, predecible no, pero de los grandes señores no se puede esperar más que eso,  trampas y traiciones-Accedí a que mirara la herida, al fin y al cabo me marcharía y por lo menos deseaba tener el vendaje limpio.- En corte las cosas funcionan diferente…

-¿La corte? ¿De dónde venís?-Pregunto mientras retiraba las vendas.

-Mejor preguntar a quien retuvisteis…-Apreté la mandíbula al sentir como la venda se había enganchado en la sangre seca- Caballero de la guardia del rey- Entre dientes conseguí pronunciarlo.

No me había dado cuenta, pero había traído varias cosas más para curarme, por lo que no tardo en finalizar, limpio la sangre y volvió a vendarme, luego paso un paño húmedo por la espalda limpiando los latigazos.

-Date prisa o se enfriara la comida-dijo mientras se limpiaba las manos, luego me miro-Mañana al amanecer, cuando la tormenta cese, te marcharas.

-¿Marcharme a pie?-me conseguí sentar en el butacón y observar la comida, cordero con verduras asadas. No tarde en sentir como se me hacia la boca agua.

-Si así lo quieres, aunque puedo daros un jaco de fuertes patas.-Se acerco a la chimenea y calentó sus manos sobre la llama naranja.

-¿Perderíais  una buena montura para dejar marchar a uno de vuestros…?

-No me cuesta conseguir buenas bestias, y de ese modo podrías volver a las faldas de vuestro rey-Me corto tajante- No, no me cuesta, porque lo tengo todo como me dijisteis, ¿No?

Me había metido un buen bocado de carne en la boca cuando me miro, hubo algo que me hizo sentir culpable en ese momento, pero enseguida ayude a pasar la comida con un buen sorbo de vino dulce.

-Disculpad si hable demasiado la otra noche- no tarde en volver a mordisquear  la pierna de cordero.

-Tranquilo-se froto las manos y luego sonrió-Nunca había visto a un hombre con tanto apetito…

Bebí una copa entera de vino de golpe y la mire.

-No me disteis de comer en ningún momento, Marquesa.-En ese momento en la que observaba su rostro, ella se puso seria de golpe.

-Mande a bajaros un plato de comida-La vi maldecir por lo bajo y escuche algún nombre que no conocía-Disculpadme pues, si queréis repetir hoy podréis.

Después de varias palabras intercambiadas de más ella se marcho, en cuando salió de la habitación un criado entro y se llevo la bandeja de plata con los platos ya vacios.

Dormí en aquella cama tan grande y cómoda, tan solo había pasado dos días en malas condiciones y ahora apreciaba dormir en una buena cama. Aunque antes de cerrar por completo los ojos escuche en la parte de arriba unos gritos, como si dos personas discutieran, fue ras un ruido sordo cuando todo ceso y pude caer en el cansancio.

Al amanecer, tal y como había dicho la Marquesa, tenía ensillado y preparado un buen caballo y un buen saco con comida como provisiones. La tormenta había desaparecido, pero había dejado un manto blanco en todo el camino, tenía que cruzar los bosques para llegar al reino, y con aquella nieve tardaría el doble en llegar, aun y así, emprendí el viaje.





Madame.B

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creyeron que podían usarme y tirarme. Intentaron hacerme pequeña. Sufrí muchas humillaciones, pero ahora estoy por encima de todo. Sí, el precio que pagué fue toda mi mida, pero al fin hallé una salida. Y si de lo malo puede salir algo bueno, el pasado descansa en paz. "Marilyn monroe"