1796, 12 de mayo. Venecia.
Abría dicho ser feliz hacia unos días, pero la felicidad se había esfumado de su vida tan misma la noticia había llegado a sus oídos.
Le costaba mantener los ojos abiertos y fijar la mirada al frente mientras recibía el consuelo de sus amigos. El cura leía los versículos mientras con una mano daba vida a esas frases, aunque para Elise ya no tuvieran fuerza suficiente para levantarla del gran bache. Sentía su rostro empapado en lágrimas e inútilmente secadas con el pañuelo de seda que amablemente le había tendido su esposo y que ahora la tenía abrazada con fuerza contra su hombro...
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Madame.B
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