El sonido de unos tacones, el de una respiración, un
bostezo, una risa, un llanto, una pena, una alegría…
Soñar por soñar no se sueña, se sueña para subsanar las
heridas de una vida poco feliz, poco sana, que no se tiene todo aquello que se
quiere. Pero y si lo tienes todo ¿Ya no sueñas? Pido a los creadores de sueños
que me dejen soñar, yo no tengo nada, y apenas mis noches son negras, sin imágenes
deslumbrantes que me alegren el oído ante ese sonido imaginario, o ante unos
ojos que me miran sin apenas decir nada. Dejadme soñar y vivir, que de noche es
cuando más feliz podría ser, y por ser no soy nada.
Ni siquiera el calor es suficiente sufrimiento para hacerme
caer rendida en la cama y dejar a mi mente divagar tranquila con tal de soñar,
creo que quiero soñar con tanto ímpetu que me autocastigo con ello y no lo
hago. Que no veo ni luciérnagas de colores, ni estrellas brillar, ni
multicolores al apretar mis ojos. No veo nada. Solo es negro tras mis parpados,
y yo sé que hay detrás, hay un mundo, uno por vivir y conquistar, pero se ve
que mis humores y mis anhelos últimamente están de luto, porque no se muestran
ni siquiera aunque los aclame.